lunes, 30 de abril de 2012

Capítulo 10



Me despierto tras una noche tranquila. Es domingo, día de descanso en nuestro distrito y, como cada domingo, me dirijo al bosque.

Cruzo la alambrada y llego a nuestro habitual punto de encuentro. Hoy, más que nunca, el bosque me recuerda a ella.
Los domingos nos dedicábamos a proveernos de existencias para la semana. Aunque yo, al ser más en mi familia, solía ir más días a lo largo de la semana. Algunos iba solamente para alejarme del mundo y sentir la paz de este lugar.
Hoy, me voy a dedicar casi toda la mañana a cazar y recolectar todo lo posible. La mañana va bien y vuelvo a casa con un buen botín. Miro al cielo y sonrío, por muy lejos que estemos, nos cubre el mismo sol. Y con este pensamiento me dirijo a su casa.

Cuando llego, Prim sale a recibirme. Le doy su parte del botín y luego la llevo al bosque. Al parecer escasean de algunas plantas que tienen efectos medicinales y Prim me va a ayudar a encontrarlas.
Caminamos despacio, atentos a las diferentes plantas que hay a nuestros pies. Prim me enseña algunas, y yo las voy almacenando en mi cabeza, por si alguna vez las necesitan.
Después de hora y media, nos sentamos en la hierba.
-¿Viste ayer las puntuaciones?
-Por supuesto. Tu hermana es genial.
-Me emocioné muchísimo. Por primera vez tuve la esperanza de que ella también podría tener posibilidades de ganar.
-Tenlo por seguro. Tu hermana va a ganar. Ha recibido la nota más alta, por lo tanto, ahora tiene muchos más patrocinadores detrás de ella. Además, es muy lista y sabe como cazar y sobrevivir en el bosque.
-Eso espero, no me podría imaginar una vida sin ella. . .
-Tienes que creer en ella Prim. Es muy fuerte. No nos podemos venir abajo ahora nosotros.
-Mañana sale a la arena, ¿verdad?- dice triste.
-Sí, pero aún quedan las entrevistas de esta noche. ¿Vamos a la plaza a verla lo mejor posible?
-¡Oh, sí! Me haría mucha ilusión- me dice mientras se le iluminan los ojos.
-Vale, pues luego me paso a por ti. Y recuerda, todavía nos queda mucha Katniss de la que disfrutar.
Dicho esto nos levantamos y la acompaño a su casa. Luego, voy a la mía y preparo la mesa para la comida.

Por la tarde, mis hermanos juegan al escondite mientras repaso una a una las puntuaciones de los tributos. Los profesionales posiblemente querrán aliarse con ella, debido a su puntuación, para matar a los demás tributos y luego la matarían a ella. O eso o directamente pasará a ser su primer objetivo y no se andarán con rodeos.
Las dos opciones son posibles, quizá más la segunda que la primera. Pero las dos tienen el mismo final.

Dejo a un lado la hoja. No puedo pensar así.
Va a ganar. Tiene que ganar. De lo contrario, ¿qué sentido tendría todo? Mi vida no tendría sentido, eso seguro. Nada volvería a ser como antes.
Vuelvo a coger la hoja al acordarme de algo. Sigo mirándola mientras recuerdo mi promesa de matar al que la matase. Leo todos los nombres. Chicos inocentes que luchan a muerte solo porque quieren segur viviendo. Algo normal, creo yo. Ellos no tiene la culpa. Si muere Katniss iré a por el verdadero culpable de su muerte: el Capitolio.
Ahora lo tengo más claro que nunca. Esos chicos no tienen la culpa de nada. La tiene toda el Capitolio.
Si Katniss muere, conseguiré, de algún modo, que la gente de los distritos se rebele contra ellos.

Porque, teniendo en cuenta los Quicuagésimos Juegos del Hambre en los que se mandó al doble de tributos,  en total han pasado 1800 niños inocentes. De los cuales sólo han sobrevivido setenta y tres, setenta y cuatro con el próximo ganador de estos Juegos. Lo que deja un total de 1726 muertes de niños completamente inocentes, que no tenían la culpa de que sus antepasados quisieran luchar por la libertad y por la posibilidad de un mundo mejor.
Lo tengo claro. Me rebelaré contra el Capitolio. Por Katniss.

No sé cuanto tiempo ha pasado. El caso es que mi madre me avisa de que en hora y media serán las entrevistas a los tributos.
Guardo la hoja en un cajón y me cambio de ropa. Tras peinarme, me miro en el espejo que hay en el baño. No es de cuerpo entero y tiene una grieta que lo atraviesa, pero me puedo ver. Me miro, sigo siendo yo, con el mismo aspecto de siempre. No sé cómo saldrá hoy Katniss ni si le habrán ocultado la cara bajo una gruesa capa de maquillaje. Sólo sé que quiero verla.
Recuerdo a Prim y voy hacia su casa. Me está esperando en la puerta junto a su madre. Las saludo y me siguen hasta mi casa a recoger a mi madre y a mis hermanos.
De camino a la plaza, mi madre, la de Prim y yo vamos por detrás, mientras Vick y Posy corretean y Rory y Prim entablan una conversación. En un momento determinado, me parece atisbar una pequeña sonrisa en el rostro de Prim y me alegro por ello.

Llegamos a la plaza, no hay casi nadie. Todavía queda media hora, así que nos ponemos en el mismo sitio del día del desfile para verla lo mejor posible. La espera se me hace eterna y la plaza ha ido acogiendo a más y más personas cuando suena el himno del Capitolio y aparece Caesar Flickerman. Veo la mesa en la que se van a sentar en pocos instantes todos los tributos.
Después de hablar un poco con la audiencia, Caesar da paso a los tributos, que empiezan a aparecer uno a uno y se colocan en sus respectivos asientos.
Ahí está.

miércoles, 25 de abril de 2012

Capítulo 9



Entonces me fijo mejor en ella. Arquea las cejas pidiendo una respuesta y es entonces cuando la recuerdo.
Cony Crowley.
Tiene diecisiete años, uno menos que yo. Hace casi un año que no hablo con ella. Solía venirse con nosotros. Fue la novia de Larry durante un tiempo. Luego cortaron, pero nunca supe la razón. No es de la Veta. Vive cerca de la plaza y su ropa ha cambiado por completo a como la recordaba. Vestía como la mayoría de las chicas de aquí. Pero ahora lleva una falda bastante por encima de las rodillas y una camiseta con algo de escote, que no es muy común en este distrito. Nunca hemos mantenido una conversación muy larga, pocas veces han ido más allá de saludarnos. Tiene dinero, bastante más que la mayoría de nosotros. La verdad es que siempre ha sido muy reservada y casi nunca hablaba. No parece la misma persona que era hace apenas un año, no la reconozco.
-Cony- digo fingiendo una sonrisa.
-Así es- y, dicho esto, me planta dos besos, uno en cada mejilla. Aunque el segundo me da la impresión de que ha caído demasiado cerca de la comisura de mis labios. Acto seguido se da la vuelta justo delante mía. Su pelo casi me roza la cara y hasta mí llega un aroma dulce. No recuerdo haberlo olido nunca. Muevo la cabeza para desprenderme de su perfume, que sube hasta mi cabeza, y me reúno con ellos.
Pasamos la tarde entre bromas y risas. Hacía tiempo que no me iba con ellos, así que me ponen al tanto de todo. Luego, me preguntan el por qué de mi ausencia estos dos días, y les digo que tuve una extraña fiebre, pero no entro en detalles.
De vez en cuando, descubro a Cony mirándome fijamente, como intentando averiguar algo. Cuando ve que me he dado cuenta, en vez de apartar la mirada, me mira de forma aún más intensa y deja asomar una pequeña sonrisa en su boca. No sé por qué, pero no me gusta el cambio que ha dado. No es la misma. Entonces, Trevor me da un codazo y me devuelve a la conversación.
Cuando son las siete, casi todo el mundo se ha ido. Antes de marcharse, Cony se despide.
-Adiós Gale. Me alegro de volver a saber algo de ti. Déjate ver más a menudo, eh.
Asiento y se va.
De vuelta a casa, Trevor me acompaña.
-Te lo has pasado bien, ¿verdad?
-Sí, hacía mucho tiempo que no pasábamos una tarde juntos.
-Y tanto... ¿Has visto a Cony? ¡A que está cambiada!
-No sé, supongo- miento, aunque sencillamente, no me apetece perder el tiempo hablando de ella.
-Está tremenda. Hace apenas un año era una chica muy callada y ahora. . .
-¿Ahora qué?
- Pues que es de las chicas más atractivas del 12 Gale. Es muy caprichosa, todo lo que quiere lo acaba consiguiendo. Hasta los chicos- me mira esperando una reacción, pero al ver que no llega, prosigue- El mes pasado estuvo con tres, entre ellos yo- dice orgulloso-. Quien sabe, a lo mejor eres tú el siguiente.
-¿Yo? ¿Por qué?
- No sé. Esas miraditas antes, en el caserón, son algo sospechosas. Aunque a lo mejor me equivoco.
-No tienes ni idea- digo sacudiendo la cabeza y nos despedimos.

No puedo creer lo que me acaba de decir. Yo nunca le haría una cosa así a Katniss. Aunque no fuésemos más que amigos, yo estaba enamorado de ella. Lo estoy ahora y no tengo pensado cambiar de opinión en mucho tiempo. Con ella era realmente feliz y ninguna chica va a ocupar jamás su lugar, y mucho menos la primera que vea que, al parecer, tiene a los chicos como un reto y cuando los consigue los deja y se olvida de ellos. Es arrogante y mira a la gente por encima del hombro. No piensa más allá de ella y de sus caprichos. Es el polo opuesto de Katniss.

Katniss. . .
La echo tanto de menos. Sus ojos, su risa, su pelo, su forma de hablar, de caminar, de cazar. . . Añoro nuestras conversaciones despotricando contra el Capitolio, nuestros momentos en silencio mientras cazábamos. Ahora más que nunca tengo presente aquel abrazo en el Edificio de Justicia. El primero y quizá el último. No la tendría que haber soltado. Me gustaría haber podido parar el tiempo allí, en aquel abrazo, y hacerlo eterno.
Ya cerca de mi casa me encuentro a Prim.
-Hoy publicarán las puntuaciones- me dice.
-Ya, ya lo sé. Iba a casa para no perdérmelas- le respondo, sonriendo.
Entro en mi casa y mi madre me recibe con una gran sonrisa. Sus perfectos dientes alineados resplandecen a la luz del atardecer.
-¿Qué tal te ha ido la tarde?
-Muy bien. Hacía mucho que no quedábamos y me han puesto al corriente de todo.
Después de cenar, encendemos la tele. Es de las pocas veces que tenemos electricidad. Caesar Flickerman, el presentador del Capitolio que se encarga de lo relacionado a los Juegos del Hambre. Cuando se dispone a decir las notas del primer tributo, recuerdo la hoja con los nombres de los tributos de este año. Voy corriendo a por ella y llego justo a tiempo para anotar lo que ha recibido el tributo del 1. Los profesionales sacan entre un ocho y un diez, mientras que los demás rondan alrededor del cinco, excepto Rue, la chica del 11 que obtiene un siete. Es una nota bastante alta teniendo en cuenta su edad y el distrito del que viene.
Le toca el turno a Peeta Mellark, que curiosamente obtiene un ocho. Parece que al chico se le da bastante bien algo. Entonces llega el turno de Katniss. Cruzo los dedos con fuerza y veo el resultado obtenido.
¡Once!
Me quedo con los ojos como platos, mirando a la pantalla por si hay algún error. Es cierto que es buena, pero ha sacado incluso más que los profesionales. Seguro que los ha dejado a todos boquiabiertos.
-Así me gusta- susurro para mi interior y sonrío.

martes, 24 de abril de 2012

Capítulo 8


Mi madre entra varias veces a cambiarme el paño húmedo y me da una vez más la medicina para la fiebre. Cuando llega la hora de la cena no tengo hambre. Antes de dormirme, mis hermanos vienen a mi habitación.
-Hola Gale, ¿estás mejor?- pregunta Posy con su vocecita aguda.
-Oh, sí. Mucho mejor. Gracias por preguntar, pequeña.
Me sonríe y me da un beso en la frente. Luego se va corriendo hacia el comedor.
-Oye Gale, tu amigo Trevor me dijo que te recordara que mañana iban a ir al caserón. Les haría ilusión que fueses.
No me hace mucha gracia que la gente hable con mis hermanos sin estar yo presente. Pero Trevor y yo fuimos muy amigos hace tiempo, incluso íbamos con frecuencia el uno a la casa del otro así que se ganó la confianza de mis hermanos. Prefiero que sea él el que hable con ellos.
-Pff... no sé yo si voy a poder ir eh. Pero dile que gracias de todas formas.
Se marchan y me vuelvo a dormir. Paso la noche inquieto y no dejo de dar vueltas en la cama. Duermo muy poco y, el tiempo que estoy dormido, tengo sueños muy agobiantes de los que no me acuerdo de nada al despertar.
Sigo bañado en sudor así que decido abrir la ventana. El aire me refresca y me permite respirar, pero necesito más.
Podría salir por la ventana, ya que está a apenas metro y medio del suelo, pero no me fío de mi recién adquirida torpeza y decido salir por la puerta.
Mientras atravieso la casa, intento no hacer ruido mientras vigilo que mi madre y mis hermanos no me vean, pero están profundamente dormidos.
Abro la puerta y la cierro muy despacio.
Sentir en viento en el resto del cuerpo me relaja. No es muy frío, pero en contacto con mi alta temperatura corporal hace que me sienta realmente bien. Aliviado.
Miro la calle. No hay nadie. Supongo que serán algo más de las tres de la madrugada. Comienzo a andar por las calles de la Veta. No sé como, pero me encuentro de frente con la casa de Katniss. Me asomo a una de las ventanas y veo a Prim y a su madre durmiendo. Buttercup, su gato, me mira y me lanza un bufido, pero le hago un gesto para que se calle y, tras dar dos vueltas, se tumba al lado de Prim y cierra los ojos.

Me quedo allí, mirándolas dormir. Me siento bajo su ventana y empiezo a pensar en ella. Solo espero que le vaya bien en los entrenamientos y que les demuestre de lo que es capaz.
Sé que ahora estará rodeada de lujos. Rodeada de cosas que seguro que yo no conoceré nunca, y por una parte me alegro. Tampoco le faltará comida. Cuando salga a la arena lo hará con algunos kilos más que la última vez que la vi y eso le vendrá bien. Ya se ha ganado a algún patrocinador pero necesita más. Sé que con su opinión personal acerca de la gente del Capitolio no le dará más, y perderá todo lo que ha conseguido hasta ahora. Así que tiene que fingir ser alguien que no es. A mí me  gusta tal y como es ella, sin cambios ni retoques, pero si la quiero tener aquí de vuelta, me da igual la clase de persona que finja ser.
Miro al cielo, todavía no ha amanecido. Decido quedarme un poco más. Luego regresaré a casa. Pero me quedo dormido sin darme cuenta.

-Mamá, es Gale- oigo lejos de mí.
Todavía estoy dormido, pero me llegan los sonidos de mi alrededor.
-Pero, ¿qué hace aquí?- siento una mano en mi frente, pero demasiado lejos de mí-. Tiene la frente ardiendo, pero el resto del cuerpo está helado.
Me gustaría moverme, abrir los ojos, pero las órdenes de mi cerebro no llegan al resto del cuerpo.
-Está tiritando. Tiene que llevar aquí gran parte de la noche. Echa de menos a Katniss mamá. ¿No le ves cuando llega a casa para darnos parte de la comida? Siempre está ausente y mira al fondo de la casa, como esperando algo. Y tal y como llega se va.
-Tienes razón hija. Estaban muy unidos. Ayúdame a levantarle, vamos a meterle dentro o se pondrá peor.
Las dos me cogen por debajo de los hombros y me llevan hasta el interior de la casa un poco a rastras.
Al momento estoy tumbado en una cama. Prim me zarandea el brazo.
-Gale despierta.
Intento moverme pero no puedo. Me pone algo bajo la nariz y, al espirar el olor que desprende, un hedor muy fuerte inunda mi pituitaria, me incorporo repentinamente y abro los ojos. Lo primero que encuentro es una foto de Katniss de hace unos años. Estoy desorientado.
-Menos mal, ya pensaba que no te despertabas- dice Prim.
Pero no consigo articular palabra. Todavía estoy con la mirada fija en la foto.
Prim se da cuenta y se pone en medio.
-Gale, ¿estás bien? ¿Me escuchas?
Reacciono y parpadeo unas cuantas veces antes de responder.
-Eh, sí. ¿Qué estoy haciendo aquí?
-Tú dirás, te hemos encontrado tirado bajo la ventana -pone cara de preocupación- ¿Qué hacías? ¿Tú también la echas de menos?

La miro a los ojos. Una lágrima asoma por uno de sus ojos y amenaza con caer, pero se la quito con el pulgar justo cuando se acerca a su mejilla.
-Shh. No llores ven- y la doy un abrazo-. Verás, salí a la calle porque tenía mucho calor y  fui dando una vuelta por la Veta. Entonces llegué a tu casa y miré por la ventana para ver si estabais bien. Me senté para descansar y me quedé dormido.
Me mira y repite la pregunta que me acababa de hacer.
-¿La echas de menos?
-Pues claro que la echo de menos. Mucho. Cada vez que voy al bosque me acuerdo de ella, en el Quemador, en el instituto... Cada vez que veo volar a los pájaros. Hasta cuando te veo a ti.
-Lo siento.
-No pasa nada, eres lo más cercano a ella que hay en muchos kilómetros a la redonda.
-A mí también me recuerdas a ella.
-Pues ya sabes, cada vez que estés mal búscame, ¿vale?- le digo sonriendo.
-Vale, lo mismo digo- y me devuelve la sonrisa- Tómate esto y te sentirás mejor- me deja una infusión en la mesilla y se marcha.
Me la tomo y me quedo ahí sentado.
Entonces escucho pasos que vienen apresurados hasta donde estoy.
Abren la puerta y distingo a mi madre, que viene corriendo hasta la cama.
-¡Hijo!- exclama y me rodea con sus delgados brazos- Pero, ¿dónde te habías metido? Me tenías muy preocupada, ya pensaba que...- se le quiebra la voz, se echa sobre mí y empieza a llorar.
-Mamá tranquila. Estoy bien. Estoy aquí.
-¿En qué se supone que estabas pensando? ¿Tú sabes el susto que nos has dado?
-No lo sé, tenía fiebre y salí a que me diese el aire. Luego desperté aquí. Lo siento, de verdad - digo realmente arrepentido.
-Gale - me mira a los ojos- ella está bien, se sabrá cuidar y lo sabes. Es una auténtica superviviente. Tiene posibilidades de ganar, por lo menos más que otros.
-Lo sé.

Cuando la fiebre ha desaparecido, nos vamos a casa, no sin antes darle las gracias a la madre de Katniss por todo lo que ha hecho por mí.
Son casi las doce, por lo que me quedo el resto de la mañana en casa y ayudo a mi madre con sus cosas. Cuando llega la hora de que mis hermanos salgan, me voy al colegio a buscarlos.
Cuando los veo vienen corriendo y me preguntan que dónde he estado. Prim, que está con nosotros, les dice que fui a ayudarla a hacer una cosa para su madre. Sin que los demás se den cuenta, me guiña un ojo.
La dejamos en su casa y nos dirigimos a la nuestra.
Como bastante bien. Espero a que la fiebre vuelva a aparecer, pero parece que no va a molestarme más por el momento. Al sentir las fuerzas renovadas, voy a coger mi saco de caza para irme al bosque.
-Gale, hijo, solo un día más, ¿vale? Mañana volverás al bosque- al ver mi cara de resignación añade algo más- Ve con Trevor y los demás si quieres. Te vendrá bien estar en compañía de otras personas.
-Bueno vale- le digo y sonrío.
Me doy una ducha rápida para eliminar los restos de cansancio que ha dejado la fiebre. Me pongo la ropa y me despido.
Andar me sienta bien. Estiro músculos y ejercito las articulaciones. Estoy como nuevo. Poco antes de llegar al caserón ya escucho sus voces y sus risas. Me llegan buenos recuerdos.

Cuando estoy casi en la puerta, Trevor viene corriendo hacia mí, alegre.
-¡Mirad! ¡Pero si es Gale! Sabía que vendrías, no te podías resistir a mi invitación.
-No hagas que me arrepienta tan pronto- bromeo.
Pone los ojos en blanco y me dirige hasta el interior.
La verdad es que hace mucho tiempo que no vengo aquí. Han quitado las piedras y maderas que había en medio y han dejado un amplio espacio en el que ahora están todos. Los de siempre.
Parece que se alegran de verme de nuevo allí y vienen a saludarme, incluso me cae algún que otro abrazo.
La última en saludarme es una chica alta, delgada, rubia y de ojos verdes. Se acerca despacio mirándome directamente a los ojos. Me sigue sosteniendo la mirada, provocativa y me lanza una sonrisa del mismo modo.
-¡Hombre! ¡Pero si es nada más y nada menos que el mismísimo Gale Hawthorne! Te daba por desaparecido- se detiene a escasos pasos de mí y me escruta de arriba a abajo para después volver a posarse en mis ojos- ¿Qué pasa, ya no te acuerdas de mí?

lunes, 23 de abril de 2012

Capítulo 7

Bueno pues aquí os dejo el capítulo siete :) Estos días no he podido escribir nada y es verdad que tampoco es que sea muy largo pero intentaré subir más de ahora en adelante.




Al entrar, mi madre nos recibe con una amplia sonrisa y, cuando Vick le enseña el dibujo que hizo en clase, estalla en carcajadas. Me hace un gesto con la mano para que vaya y nos da un abrazo a todos, tal y como sale en el dibujo, aunque todos están de acuerdo en que me falta la falda.
Durante la comida no dejo de pensar en Prim y en si nos habrá visto o no. Sigo sintiéndome culpable. Queda apenas una semana y media de clases y, es probable que le quede menos tiempo aún a Katniss.
Sé que tiene amigas, pero en estos momentos no quiere estar con nadie que no sea Katniss, como yo.
Mientras estoy inmerso en mis pensamientos ya son más de las tres. Ayudo a recoger y poner todo en orden y me encamino hacia el bosque. No es solo por el hecho de que tengo que cazar, es más, lo que me empuja al bosque son mis pensamientos. Necesitan un sitio tranquilo en el que poder corretear a sus anchas por mi cabeza.
-Me voy- Digo y cierro la puerta.
Quizá sea una forma demasiado brusca de irme, pero lo necesito.
Cuando me doy cuenta estoy corriendo hacia la alambrada, pero mi vista se cruza con la de la niña con la que tropecé hace dos días y recuerdo la escena y el por qué de aquella carrera, tan distinta de la de ahora. Antes buscaba estar con ella, ahora busco estar yo solo.
No debe ser muy difícil, es más, antes de conocernos en el bosque, cazaba yo solo y nunca me sentí mal. Supongo que ahora será como regresar a aquella época, pero sé que su recuerdo tardará bastante en ocupar un segundo plano.
Al llegar al bosque cojo mi arco y el carcaj con las flechas. También monto algunas trampas.
En media hora han caído un par de ardillas y he recolectado varias bayas y unas cuantas verduras.
Cuando me voy hacia el lago para pescar, dos perros salvajes vienen corriendo hacia mí.
No me lo pienso dos veces y salgo corriendo hacia los árboles. Les llevo ventaja, pero no suficiente. Todos los árboles que hay a mi alrededor son demasiado finos, por lo menos para mí.
Me ato como puedo lo que he conseguido a la cintura, no tengo la intención de perderlo todo ahora. Me echo el carcaj y el arco al hombro y corro hasta llegar a un árbol lo suficientemente ancho para aguantar mi peso y poder subirme a el. En cuando lo alcanzo salto a él. Justo a tiempo porque uno de los perros me ha alcanzado y se da de lleno con el árbol, lo que le deja bastante atontado.
No pierdo el tiempo. Subo hasta una rama cercana y me apoyo en ella. Desde allí, disparo al perro que se dio contra el árbol. Necesito dos flechas para rematarlo mientras que con el otro he necesitado cuatro.
Después del susto no tengo muchas ganas de seguir, pero voy al lago para pescar algún pez, luego ya podré volver a casa.
Cuando tengo pescados ocho peces me dirijo hacia el Quemador. Esta vez no he querido pasar por nuestro habitual punto de encuentro del bosque. En el Quemador Sae la Grasienta me agradece los dos perros salvajes y me da algo de dinero, dos docenas de huevos y un trozo de queso.
Parte de los peces y de las verduras me las cambian por un trozo de carne de mediana calidad y un poco de jabón.
Por último me dirijo a la panadería, donde cambio una de las ardillas por una hogaza de pan algo quemada.
No puedo evitarlo y nuestras miradas se cruzan. Me mira con cara de lástima.
-Lo siento, tendría que haberme presentado voluntario en vez de dejar a su hijo ir a la arena.
-No te preocupes. Sé que sabrá cuidarla lo mejor que pueda. Adiós hijo, me voy a atender a los clientes.

Cuando cierra la puerta todavía estoy mirándole, atónito. Me quedo así un rato. ¿Cómo que sabrá cuidarla? ¿Es que ha dado a su hijo ya por perdido? ¿A caso no intentará su hijo sobrevivir por todos los medios? Yo lo haría de no ser porque la persona que estaría a mi lado sería Katniss.
Y lo que más me ha impresionado ha sido ese "hijo". No tenemos la suficiente confianza ni mucho menos para que me hable de esa manera tan cariñosa. Supongo que le habrá salido solo porque echa de menos a su hijo.

Llego a la casa de Katniss y, como siempre, les doy la mitad de lo conseguido. A Prim se le iluminan los ojos un instante al ver tanta comida. La verdad es que el botín de hoy es bastante grande para haberlo conseguido una sola persona.
-Muchas gracias por molestarte por nosotras- dice su madre con una pequeña sonrisa.
-No es molestia. Lo hago encantado -respondo con toda la dulzura que soy capaz.

Regreso a mi casa, es bastante tarde. Como siempre, mi madre recibe encantada los alimentos y nos sirve la cena.
Estoy algo cansado así que me voy a dormir. Solo de pensar que mañana me tocará otro día de instituto me hace que mis párpados caigan.
Nada más acostarme, caigo rendido. Pienso en que quizá tenga otra noche libre de pesadillas, pero es todo lo contrario.
Cada pesadilla es peor que la anterior, pero en todas veo morir a Katniss de cien maneras distintas. En una de ellas, el propio Peeta Mellark se encarga de aniquilarla de la forma más cruel posible y veo al anciano panadero diciendo las mismas palabras que me dijo esta tarde pero con un toque de malicia en la voz.
Por más que lo intento, no consigo despertar y, cuando lo consigo, me encuentro bañado en sudor y con la respiración muy agitada.
Mi madre viene a mi encuentro. Me pone la mano en la frente y me dice:
-Estás ardiendo, quédate en la cama. No puedes ir al instituto.
-Pero, ¿y los niños?
-Ya los llevo yo, no te preocupes. Ahora intenta descansar.
Me siento como un verdadero inútil aquí tumbado. Intento ponerme en pie pero me duele todo el cuerpo por la fiebre.
Mi madre regresa con un paño húmedo y me lo coloca en la frente.
-Gracias mamá- le digo e intento lanzarle una sonrisa.
Ella me la devuelve y se marcha con mis hermanos al colegio.
Cuando regresa, va con alguien al lado. Es la madre de Katniss. Me toma la temperatura y dice:
-Es solo una fiebre pasajera, te durará un par de días. Suele producirse cuando se está sometido a estrés o presión.
No puedo mirar a esa mujer a los ojos. Me siento culpable, aunque no tenga razón para serlo.
Después me da una mezcla de hierbas para que baje la fiebre y se marcha.
A la hora ya estoy bastante mejor. La fiebre casi ha desaparecido y solo estoy un poco cansado.
Mis hermanos vuelven y comemos un caldo con pequeños trozos de carne.

Como siempre, me voy a preparar para ir al bosque a cazar, pero mi madre se interpone en mi camino.
-Ya has oído a la señora Everdeen. Dos días de reposo.
-Ya pero mamá, tengo que ir a cazar.
- No digas tonterías. Tenemos comida de sobra por lo menos para unos cuatro días.
-Ya, pero ellas...
-Ellas también tienen. Me han dicho que te diera las gracias por lo que hacías por ellas y que están de acuerdo en que guardes reposo durante al menos un día. Hazlo por mí.
La miro a ella y a esa cara que me pone siempre que quiere que haga algo y no puedo llevarle la contraria.
-Y ahora descansa, ¿vale?
Dicho esto me devuelve a la habitación. Al cabo de un rato consigo dormirme. Pero las pesadillas vuelven, aunque con menos intensidad. Ahora solo la veo a ella, en medio de algún lugar. Mirándome a los ojos. Por más que intento alcanzarla no puedo, cada vez la veo más lejos y yo estoy más cansado.
Cuando me despierto me ha vuelto a subir la fiebre.

sábado, 21 de abril de 2012

Por fin el deseado día que todos estábamos esperando: 20.04.2012

Bueno ahora mismo hace apenas una hora que llegué a mi casa de ver la película y sencillamente me ha impresionado.
Media hora antes de entrar, me encontré a la salida del cine con una amiga que acababa de verla, y me dijo que le había gustado, pero que se esperaba mucho más. Cuando entré en la sala ya iba algo decepcionada, pero cuando empezó la película me quedé sin palabras. Estoy casi segura de que iré otra vez a verla.
Como en la mayoría de los casos, el libro es mejor que la película, ya que no pueden meter todos los detalles. Pero no les falta casi nada, aunque al principio hay una parte que no es demasiado fiel a lo que pasa en el libro. Aun así me encanta.
La historia entre Katniss y Peeta : PERFECTA.  Y lo único que me ha dado un poco de penita han sido las caras de Gale al ver los besos pero por lo demás está genial enserio.

Lo que más me sorprendió fue que, cuando se presenta voluntaria Katniss en la cosecha y cuando sucede lo de Rue, la mayoría (por no decir todo el cine) ha hecho el saludo del Distrito 12. Así que, como pensaba que la mayoría de la gente me miraría en plan "¿y esta qué hace?", me he sentido orgullosa de toda la gente que ha hecho el saludo, porque imagino que la mayoría se habrían leído el libro. También destacar a un grupo de chicos de unos trece años que han llenado el cine de pancartas de la película con las frases más destacadas del libro.

Así que, para los que aún no habéis ido a verla os recomiendo que vayáis, no os decepcionará en absoluto.
Y aunque dura más de dos horas, por lo menos a mí se me han pasado volando y estoy deseando que estrenen ya En Llamas, aunque tocará esperar hasta el 22 de noviembre de 2013, pero estoy segura de que la espera merecerá la pena.

Por último, me gustaría que me pusieseis vuestra opinión sobre la película ya que, para gustos los colores :)

jueves, 19 de abril de 2012

Capítulo 6

Holaa !! antes de nada pediros perdón porque ayer no estuve en casa y no pude subirlo. Mañana ya el gran dia ! por lo que probablemente no pueda subir ningún capítulo, pero aún así lo intentaré.



Sueño que estoy con ella. Con Katniss. En el bosque. Juntos. Disfrutando y riendo, como siempre. Cuando me despierto hago lo que puedo para volver a sumergirme en ese precioso sueño, pero todos los esfuerzos son en vano. Al final me rindo y me levanto. Tengo que ir a clase, pero todavía es muy pronto.
Me levanto despacio y me pongo lo primero que veo en el armario, tampoco hay gran cosa entre la que elegir.

Cuando estoy preparado y he desayunado llamo a mis hermanos, menos a Posy, que es demasiado pequeña todavía.
Aunque mis hermanos entran una media hora más tarde que yo, siempre me ha tocado llevarlos al colegio ya que mi madre, que se encarga de limpiar la ropa de la gente de la Veta y del resto del distrito y no tiene tiempo para llevarlos.
Les llamo, pero no se despiertan. Tras varios intentos sigo sin respuesta, por lo que los cojo, les llevo a la cocina y les siento a cada uno en su respectiva silla. Me parece un poco cruel pero, al no hallar respuesta después de tantos intentos pierdo la paciencia y dejo caer una cacerola al suelo. El sonido hace que salten de sus sitios y se despierten, sobresaltados.

Intento contenerme pero no puedo, una gran carcajada sale desde lo más profundo de mi garganta y me río tanto que me duele la tripa. Mis hermanos me miran, primero extrañados y luego, cuando se han dado cuenta de lo que ha pasado, con cara de pocos amigos.
-Ja, ja. No tiene gracia -dice Rory.
-¿Ah no? Claro, es que no os habéis visto. Desde luego, os asustáis por nada eh -respondo, todavía soltando pequeñas risas de vez en cuando.
-¿No te da vergüenza meterte con unos niños indefensos mucho menores que tú? -dice con una pena fingida, al igual que su expresión.
Arqueo las cejas y le miro fijamente.
-Dejémoslo que ya bastante pena das a lo largo del día- respondo con un toque divertido en la voz.
Mi hermano pone cara de indignación y empieza a desayunar. Durante nuestra breve charla, Vick casi ha terminado.

Tenemos tiempo de sobra pero, si nos entretenemos demasiado, llegaré tarde.
Rory intenta hacer el desayuno lo más largo posible, en venganza por mi golpe bajo. Para vestirse lleva el mismo paso así que finjo que cojo a mi hermano y me voy al colegio. Le esperamos en la puerta, agachados bajo la ventana para que no nos vea. Dentro se escuchan pasos veloces y enseguida sale por la puerta chillando mi nombre, a lo que le respondemos con un susto tan grande que se cae de culo.

Vick y yo empezamos a reír y Rory, al ver el ridículo que ha hecho, se pone de pie rápidamente, pero no se resiste y también se ríe.
El camino hacia el colegio nos lo pasamos hablando y riéndonos todavía de la manera que han tenido de despertarse y del susto que le dimos a Rory. Él también bromea con el tema. Pensaba que estaría más enfadado.
Llego a su edificio y les dejo en la puerta, junto con otros muchos niños que llegan antes por motivos parecidos al mío. Me dirijo a mi edificio, al lado del suyo.

No es muy lujoso, es más, está bastante deteriorado por el paso de los años. Las aulas están divididas por edad. El edificio tiene tres alturas y mi clase está en la más alta. Desde los seis hasta los once años, tus clases están en el edificio en el que estudian mis hermanos, algo mejor conservado que éste, en el cual permaneces desde los doce hasta los dieciocho años. Es mi último curso y ya estamos en la cuenta atrás. Dentro de poco tendré que empezar a trabajar en las minas de carbón, como mi padre y mi abuelo. Aunque mi padre murió ya hace años, todavía no lo he superado del todo, no lo suficiente como para empezar a trabajar en el mismo lugar en el que él murió. Pero otro futuro es prácticamente imposible para mí. La mayoría, por no decir todos, los chicos de la Veta están destinados a trabajar allí. Las excepciones son pocas, entre ellas está el haber ganado los Juegos, trasladándote a la Aldea de los Vencedores y viviendo allí de la buena vida, como Haymitch. Pero desde que ganó él, hace veinticuatro años, no ha habido ningún vencedor en nuestro distrito. Por lo que sé, yo ya nunca optaré a ser el vencedor de los Juegos, ya que hoy ha sido el último año que me enfrentaba a la cosecha, así que mi futuro está en las minas.

Al entrar en clase, la gente que ya ha llegado me mira y me saluda tímidamente y, la que va llegando, me mira con cara de lástima. Me siento demasiado incómodo pero una huida ahora mismo no sería lo más apropiado, además, seguro que todos estarán esperando mi reacción. Como todos los años, después de la cosecha, el profesor recuerda el día y da el típico discurso sobre lo que pasó en los Días Oscuros. Decido quedarme y ver qué pasa.

A los cinco minutos entra el profesor. Es mayor, por no decir bastante viejo ya que le dio clases a mi madre cuando tenía trece años. Lleva la misma ropa de siempre. Formal pero desgastada. En la mano lleva un maletín de piel, algo lujoso para el distrito en el que estamos, pero los años le han pasado factura. Está roto por una de las esquinas y el cierre se le ha partido. No me puedo imaginar cuántos años lleva este hombre con el mismo maletín. La piel es buena, y es difícil que se deteriore tanto como se le ha deteriorado a este señor.
-Buenos días- saluda-.Siéntense por favor.
Llevo sentado en mi pupitre desde que entré por la puerta, inmerso en mis pensamientos. Pero la mayoría de la clase está agrupada alrededor de alguna silla o de pie, junto a la pared, contando últimas noticias o hablando de cosas sin importancia.
Todos regresan a sus respectivos asientos. Mi sitio está a la izquierda, cerca de la pared y algo al fondo de la clase.

Como de costumbre, el profesor al decir esta frase se va, aunque ninguno sabemos dónde. Tarda apenas dos minutos y, cuando entra por la puerta, todos nos ponemos de pie. Es como una forma de respeto hacia su persona, pero lo veo absurdo. Cuando se sienta, todos hacemos lo mismo y empieza el discurso.
-Como todos sabéis, hace dos días fue la cosecha y dos de nuestros ciudadanos de entre doce y dieciocho años fueron elegidos como tributos para los Juegos del Hambre. Me alegra ver que ninguno de los aquí presentes fue elegido y les felicito por haber cumplido con sus siete años de cosecha tal y como debe ser. Los tributos de este año han sido de la misma edad. Sus nombres son Peeta Mellark y Katniss Everdeen- al pronunciar el nombre de Katniss siento la típica punzada que llevo sintiendo desde que se marchó y toda la clase, incluido el profesor, me miran como esperando una respuesta, mi inminente huida.
Yo permanezco impasible, con la mirada al frente. Como otros muchos años imagino que la gente habrá hecho pequeñas apuestas entre ellos ya que, la mayoría de las veces, alguien es muy amigo o familiar del tributo elegido.
Compruebo que mi pensamiento es cierto cuando veo por el rabillo del ojo cómo Seth, un chico bajo y delgado de mi clase, lanza una sonrisa a su compañero de delante, Landors, que le lanza una mirada fulminante y le pone algo en la mano, que no llego a ver. Tampoco me interesa.

-Bueno, les deseamos toda la suerte a nuestros tributos y que gane el mejor. Algunos os preguntaréis cómo empezaron estos Juegos, quiénes fueron nuestros primeros tributos... -no, nadie se lo pregunta, lo sabemos de sobra desde que entramos en este colegio-. Bueno, pues nuestros primeros tributos fueron Melisa Cresta y Liam Everdeen- esto es nuevo, nunca nos habían dicho los nombres de los primeros tributos. Al parecer hace setenta y cuatro años otro Everdeen pisó la arena, quizá por eso lo recuerden hoy-. Que fueron elegidos después de los Días Oscuros para...- desconecto, lo único nuevo que tiene este discurso son los nombres, que quizá ni siquiera sean esos. Estoy cansado de escuchar siempre lo mismo. De verdad me gustaría salir de esta clase, quedarme vagando por los pasillos. Pero no porque no pueda escuchar cosas sobre Katniss, sino porque estoy cansado de la misma historia de todos los años. Por mis oídos ya han pasado veintiséis nombres de tributos, dos por cada año en la escuela. Y podría repetir lo que está diciendo el profesor en estos momentos casi a la perfección.
Miro por la ventana y veo el mismo ambiente de siempre. El aire de las calles impregnado por el hollín procedente de las minas. Algunas mujeres comprando. Un niño que se cae y echa a llorar. Una madre corriendo detrás de su hijo, de unos tres años que corretea hasta el final de la calle persiguiendo a un gato...

La clase termina pero no me doy cuenta.
-Eh, Gale -dice Trevor, un chico de la Veta al que se le podría considerar mi amigo.
-Eh, Trevor -contesto con desgana.
-Mira, Larry y los demás vamos a salir a dar una vuelta pasado mañana hasta el caserón abandonado que hay cerca de la alambrada. ¿Te apuntas?
Aunque la mayor parte de mi vida giraba en torno a Katniss, también tenía amigos aparte de ella, aunque ninguno de ellos superaba la amistad que existía entre nosotros.
Antes, solía irme con ellos al viejo caserón abandonado. Está tan deteriorado que me apostaría lo que fuera a que no aguantaba más de cinco o seis pedradas sin derrumbarse. Pasábamos buenas tardes allí, nos reíamos mucho... No es que hayamos discutido ni nada por el estilo. Es más, me hacen pasar momentos geniales en clase. Pero cuando descubrí lo que sentía por Katniss solo era capaz de pensar en ella aunque estuviese con Trevor y los demás. Así que me fui distanciando de las salidas y poniendo escusas tontas para irme con Katniss en vez de con ellos. Supongo que ahora quieren que vuelva a ser como antes.
-Lo siento, no me apetece mucho- digo sin mirarle a la cara.
-Oh, no pasa nada. Lo entiendo. Otra vez será.
Se marcha y entra otro profesor.

No hago demasiado caso a las siguientes horas de clase. Al fin llega la hora de salida y me dirijo lo más rápido que puedo hasta el edificio de al lado a por mis hermanos.
Los encuentro jugando con un amigo suyo, aunque siempre me olvido de su nombre.
Al verme vienen corriendo hacia mí con una sonrisa en la cara. Imágenes como esta son las que me dan fuerza para salir adelante día a día y no estancarme.
-¿Qué tal el día chicos? -les pregunto, algo entusiasta.
-Tan aburrido como siempre- responde Rory. Sé que en su frase ese <<como siempre>> está fuera de lugar. En realidad, sólo se aburre los días como hoy, después de la cosecha.
-Yo he hecho un dibujo- me dice Vick, con una sonrisa de oreja a oreja en su rostro-. Mira.
Me lo extiende y lo cojo para verlo mejor. Es un dibujo de los cuatro. Mi madre, Posy, Rory, Vick y yo. Todos sonriendo y abrazados.
-Es realmente bonito -le digo-. Pero, perdona, yo no estoy tan gordo y... no llevo falda- le digo con el ceño fruncido, pero con una mueca divertida.

Rory y Vick empiezan a reír y chocan la mano. Estoy patidifuso y la confusión se lee a la perfección en mi rostro. Me miran y se ríen aún más.
-Te teníamos que devolver lo de esta mañana. La próxima vez nos despiertas como es debido, ¿está claro? - me dice Vick intentando aparentar un tono serio, pero la risa se lo impide.
-Os despertaré así todos los días además, creo que tendré que probar a ponerme faldas. Me sientan realmente bien - y hago una pose ridícula intentando parecer atractivo.
Entonces los tres nos miramos y comenzamos a reír a carcajadas. Una señora de unos cincuenta años nos mira con cara de amargada y susurra:
-Desde luego, que pena de juventud.
Sigue andando y Rory le hace una mueca a las espaldas mientras repite su frase imitándola. Se le da realmente bien. Seguimos allí, parados, riendo hasta que me doy cuenta de que no llegamos a tiempo para la comida.
Les miro y salimos corriendo los tres en dirección a casa. Por el camino diviso a Prim a lo lejos y me paro en seco. No me ha visto pero me siento culpable. Yo aquí. Feliz. Con mis hermanos. Y ella añorando a su hermana, que está en el Capitolio y que en pocos días luchará a muerte con otros veintitrés chicos.
Mientras pienso en todo esto ya he llegado a casa.

martes, 17 de abril de 2012

Capítulo 5

Ya tenéis el quinto capítulo. Recordad que sólo quedan tres días ! :D 







Llego a casa y mi madre recibe con ilusión los nuevos alimentos. Prepara la comida y nos reunimos los cinco alrededor de la mesa de la cocina.
Ayer no cené y hoy no he comido nada hasta ahora, así que intento comer algo, aunque la cantidad no es muy grande ya que tengo el estómago cerrado.
Mientras comemos Vick nos cuenta algo sobre un gato que se subió a un tejado y que él le hizo bajar de alguna forma que desconozco, ya que estoy como ausente. Termino de comer y lo recojo todo, la verdad es que no me he dado cuenta de nada de lo que ha pasado durante la comida ya que, cuando vuelvo al mundo real están todos riéndose, todos menos yo.
Ver así a mi familia me recuerda que, por ahora, no me voy a tener que separar de ellos por culpa de los Juegos, aunque todos son más pequeños que yo, por lo que podrían salir elegidos cualquier año.
Ahora mismo, ellos son lo más importante para mí, pero solo dentro del Distrito 12.
Ahora mismo, la persona que más me importa va camino del Capitolio, si es que no ha llegado ya. Por fin esta noche tendré la oportunidad de verla, aunque estoy algo preocupado por la vestimenta que la harán llevar. Los trajes elegidos todos los años para nuestro distrito no es que hayan sido muy bonitos que digamos. La mayoría han sido un tanto ridículos. Pero me da igual, Katniss estará preciosa de cualquier manera, eso lo sé. De pronto se me viene la imagen de la cosecha, cuando la vi con ese precioso vestido azul. De no haber sido por el momento en el que estábamos, se me habría caído la baba sin duda.

Voy a la habitación. Ha sido un cúmulo demasiado grande de sensaciones y estoy cansado. Me tumbo en la cama y al instante me duermo. No sé cuanto tiempo estoy dormido, el caso es que cuando me despierto estoy mucho mejor. El cansancio ha impedido que me invadan las pesadillas, así que se puede decir que he tenido un sueño bastante tranquilo. Cuando me incorporo para levantarme, mi madre entra en la habitación con una pequeña sonrisa en la cara. Le devuelvo la sonrisa, esta vez no es forzada ni mucho menos, la siesta me ha sentado genial.
-¿Qué hora es? -pregunto, desorientado.
-Algo más de las siete.
¿Algo más de las siete? ¿Como he podido dormir tanto? Lo último que recuerdo es que cuando me acosté eran las dos y media, hoy habíamos comido algo antes de lo normal. A una siesta de cinco horas no se le puede llamar siesta, entre diario, por las noches, duermo algo más, pero muy poco.

-Toma, come algo. Antes no has probado la comida apenas.
En sus manos me trae una rebanada de pan untada con queso de cabra. Me acuerdo de aquella mañana en el bosque, que ahora veo tan lejana, cuando sólo hace un día que la vivimos.
Antes de que me de tiempo a pensar algo más, mi madre me recuerda algo.
-Tómatelo rápido, Prim ha venido a recordarnos que la ibas a acompañar a la plaza a ver el desfile. Menos mal que ha venido ella a recordárnoslo, porque no me habías dicho nada.
-Gracias -le digo por la comida-. Ah, es verdad. No me acordé de decíroslo, lo siento.
-No pasa nada cielo -dice acariciándome el pelo.
Después se marcha y me tomo la rebanada de pan, no es como la de ayer, de panadería. Es la que se hace en la Veta con los cereales.
Me lo termino enseguida y voy a cambiarme. Antes, me permito el lujo de darme una ducha, de agua fría, como siempre. No es que quiera arreglarme para ir a verla, porque ella no me verá, está a miles de kilómetros de aquí. Tengo la sensación de que los últimos días los tengo pegados a la piel como lapas, por lo que pienso que, al darme una ducha, todas las emociones y los recuerdos que me atormentan se marcharán por el desagüe.

Tras la ducha me siento bastante mejor. Es cierto, el peso que sentía encima se lo ha llevado el agua.
Me visto con una ropa más o menos aceptable y me peino. Cuando salgo, toda mi familia me está esperando en la puerta. Como no se bien si tengo que ir a recoger a Prim y a su madre a su casa, les digo que me esperen un momento, que voy a por ellas, pero nada más echar a andar las veo que van en dirección a mi casa.
Prim me lanza una sonrisa tímida y yo se la devuelvo. Cuando estamos los siete, emprendemos camino hacia la plaza. Al llegar no hay casi gente, y la que hay nos abre paso hasta el centro, para que lo veamos mejor, al fin y al cabo entre nosotros se encuentran su hermana y su madre.
Conforme va pasando el tiempo, la plaza se llena cada vez más de gente y, al cabo de hora y media, está a reventar. Agradezco de veras que aquellas personas nos dejasen colocarnos aquí, donde las vistas son espléndidas.
-Mamá, ¿falta mucho para ver a Katniss? -pregunta Rory, impaciente. Es la primera vez que escucho su nombre desde que se fue. Siento una pequeña punzada en el pecho y Prim, que está agarrada de mi mano, tiene la misma reacción y me aprieta la mano. La miro como diciéndola que no pasa nada y relaja la presión de su mano.
-No, tranquilo, pronto empezará.
Pero los niños, como todos sabemos, son demasiado impacientes y a los cinco minutos empiezan a correr y a jugar entre ellos. Me doy cuenta de que Prim y su madre están presentes, y no creo que tengan el cuerpo para fiestas así que con tono serio y firme les ordeno que paren.
-Oh, no pasa nada. Seguid jugando si queréis -dice la madre de Katniss, con un toque de nostalgia en la voz.
Si yo lo estoy pasando mal, no me quiero imaginar como lo estará pasando ella. Menos mal que los juegos de mis hermanos son interrumpidos por el himno del Capitolio, que suena en los altavoces situados por todo el perímetro de la plaza y veo su sello plasmado en la gran pantalla que hay frente a nosotros.
Al principio sale gente hablando, recordando algunas de las cosechas, entre ellas las de nuestro distrito. Todos vemos lo que dicen, la mayoría expresiones de lamento por Prim, pero me alegra oír como hablan de Katniss y del coraje que tiene.
Después de una larga charla entre ellos, empieza el desfile y las primeras carrozas empiezan a aparecer. Las cámaras van una a una, comentando los trajes y los tributos. veo a Prim alargando el cuello para poder ver la pantalla lo mejor posible y me doy cuenta de que ella también quiere ver a su hermana. La subo en brazos para que pueda ver lo mejor posible mientras me pregunto que traje le habrá tocado llevar este año.
Mientras sostengo a Prim en brazos, una de sus manos sigue agarrada a la mía. Vemos salir al Distrito 11 y nos preparamos para verla de nuevo.

Es entonces cuando anuncian la llegada del Distrito 12.
La veo. y de repente veo como su traje empieza a arder. Prim suelta un grito ahogado y yo le aprieto la mano, preocupado por verla salir ardiendo en directo. Pero ella no reacciona al fuego y me doy cuenta de que está a salvo. Su hermana y yo nos relajamos y me fijo en ella.
No lleva espesas capas de maquillaje, como otros tributos. Es más, está casi al natural. Pero está cambiada. Sacan un primer plano de su cara. La han arreglado las cejas, pero está preciosa. El traje es precioso también. Y el fuego realza todas y cada una de sus facciones.
Parece que en el Capitolio ya hay un favorito, porque todos empiezan a gritar su nombre y el de su compañero. Es entonces cuando me fijo en el. Va vestido exactamente igual, con la misma capa en llamas.
Las cámaras enfocan a todas las carrozas, pero en especial a la del Distrito 12, mientras los comentaristas alagan el trabajo de los diseñadores.
Miro la carroza y me percato de que Peeta Mellark y ella están cogidos de la mano. Miro fijamente la unión de sus manos y que son los únicos que parecen unidos. Los demás tributos están distantes entre sí. Supongo que será una estrategia para llamar la atención, pero no puedo evitar ponerme celoso.
Peeta y Katniss cogidos de la mano, exactamente igual que Prim y yo ahora. Tengo un impulso de soltarle la mano, pero lo veo un acto infantil y continuo mirándola, única y exclusivamente a ella. Hasta dentro de cuatro o cinco días no la volveré a ver, cuando le hagan la entrevista la noche antes de los Juegos.

Llegan al Círculo de la Ciudad y el presidente Snow les da la bienvenida. Tras un discurso del que no hago caso porque todavía estoy observándola, suena el himno y se dirigen al Centro de Entrenamiento, donde desaparecen después de cerrar las puertas.
Los comentaristas hablan sobre todo de los tributos del Distrito 12 y aseguran que ya han tenido que conseguir a una rica persona del Capitolio que les patrocine. Siguen repitiendo el desfile y nos quedamos hasta que la gran pantalla se apaga. Mis ojos no dan crédito a lo que acaban de ver. Dejo a Prim en el suelo y, tras despedirnos, cada uno nos vamos a nuestras respectivas casas.

Ceno verduras y un poco de pavo salvaje. La comida me entra mejor de lo que esperaba y, tras darnos las buenas noches, nos acostamos. Me duermo pensando en los posibles patrocinadores que habrá conseguido y sueño con ella. Mi chica en llamas.

¿Por qué Gale?

Bueno, siguiendo ejemplo de otros blogs, he decidido explicar el por qué he elegido a Gale pudiendo elegir a muchos otros. Pues veréis, aunque hay otros personajes que me encantan, como Peeta, Rue o Prim he decidido hacerlo de Gale, ya que también me gusta y es el otro chico de este triángulo amoroso. 
También lo he elegido porque me gustaría saber qué siente Gale al ver tanto besuqueo o cuando ve a Katniss envuelta en su traje en llamas. :)

lunes, 16 de abril de 2012

Capítulo 4

Aquí os dejo el cuarto capítulo. Como siempre espero que os guste :)




Me paso la mayor parte de la noche despierto. Las primeras tres horas me las había pasado pensando en Katniss y en lo que le esperaba, pero ahora repaso la lista que hice viendo la repetición de las cosechas.
Recuerdo que los tributos del Distrito 2 no me gustaron en absoluto, los dos eran profesionales. El chico, Cato, parece más alto que yo, y bastante fuerte. Se ha presentado voluntario en cuanto ha tenido oportunidad, pero no por alguna causa parecida a la de Katniss, se ha presentado simplemente porque lleva toda la vida entrenándose para este momento. También recuerdo a un chico cojo, del Distrito 10. No creo que sobreviva al baño de sangre que se produce el primer día en la Cornucopia. Por último, en el Distrito 11 están Thresh, un chico robusto y Rue, una niña de tan solo doce años que, a diferencia de Prim, nadie se presentó voluntaria para sustituirla.

A las cuatro de la madrugada pienso en que debería dormir, aunque sea un poco, ya que la noche anterior dormí apenas dos horas y mañana el cansancio de las dos noches sin dormir me pasará factura.
Pero hasta las cinco no consigo pegar ojo.
Me despierto a las seis y media, aturdido por una pesadilla que ya no recuerdo. Era bastante abstracta.
Me levanto, pero no como nada. Anoche no cené y creí que hoy tendría hambre, pero tengo el estómago cerrado. Mis madre y mis hermanos todavía no se han levantado, es pronto para ellos. Tras estar diez minutos en la cocina pensando en qué hacer cojo mi saco de caza y me dirijo, como siempre, al bosque.
Paso por debajo de la alambrada y camino con lentitud por el bosque, estoy cansado, pero soy incapaz de dormir.
Cuando llego al saliente, siento una punzada de dolor en el pecho. Era nuestro punto de encuentro. Hasta llegar aquí no me había acordado de lo que pasó el día anterior, pero al llegar aquí todas las imágenes que guardaba de ayer se amontonan en mi cabeza. Salgo corriendo hacia ninguna parte, sin rumbo cuando me topo con en lago. Me quito la camiseta y me tiro. Quiero nadar, como muchas veces hicimos juntos, pero no encuentro la paz que encontraba entonces. Falta ella.
Decido salir, estoy perdiendo el tiempo. Salgo y voy en busca de algo que recolectar. No es tan fácil sin ella a mi lado indicándome qué debo coger y qué no, por lo que me limito a coger unas moras y recolectar algunas verduras.
Cada rincón del bosque me recuerda a ella. Antes estar aquí me relajaba, me daba tiempo para pensar o, simplemente, conseguía dejar la mente en blanco. Ahora es todo lo contrario.

No sirve de nada perder el tiempo pensando. Así es la única forma en la que no la puedo ayudar.
Cazo tres ardillas y dos pavos salvajes. Vuelvo al lago y pesco siete peces. Cuando me quiero dar cuenta tienen que ser más de las nueve.
Regreso al saliente y rozo los arbustos, nostálgico. Hace menos de veinticuatro horas estábamos aquí los dos, hablando de huir y dejar el Distrito, hablando de cosas sin importancia, pero juntos.
Me siento en una roca y empiezo a acariciar su superficie. Entonces recuerdo todos esos momentos aquí. En el último año, decir que era mi amiga era una forma bastante suave para definir lo que Katniss significaba para mi. En un día normal tendría que estar llegando, pero no va a llegar, probablemente no llegue nunca. Miro al cielo y recuerdo aquel día.

Hace seis meses, justo después de Año Nuevo. No habíamos cazado mucho, porque cayó una nevada que nos hizo volver a la ciudad. Estábamos comiendo unos guisos de Sae la Grasienta en el Quemador. Se acercó Darius, un agente de la paz. Se puso a hablar con Katniss y le tomaba el pelo.
-¿Sabes? Te cambio uno de tus conejos por un beso- Katniss y Sae se reían- Oh venga, es una buenísima oferta. Un beso mío se merece un conejo, o incluso quizá dos. No me miréis así, todos sabéis que los pelirrojos somos más viriles- dijo guiñando un ojo y después añadió-. ¿Veis esa? ¿La de la bufanda verde? Preguntadle, venga. Si es que necesitáis referencias.
Todo era una broma, sí. Pero a mi me importó.

Ya está, no puedo engañar a nadie, ni siquiera a mí mismo. Todo el mundo sabe que siempre ha habido una especie de relación algo más allá de la amistad, con ella era distinto.
Escondo la cabeza entre las rodillas, no lo soporto y una lágrima cae por mi mejilla. La borro de inmediato con la mano.

Estoy cansado de negarlo, ¿para qué engañarme más? Total, ya está todo perdido. ¿Qué más da? Vale sí, lo admito. La quiero. Es ella la razón de mi alegría cada día. Ahora no está ¿de qué sirve seguir adelante con esta farsa? No la volveré a ver. Lo único que quiero es que muera rápido, que no sufra. Quiero tenerla de vuelta en el 12, verla por última vez. Después me encargaré del que la mate. Lo tengo claro. Me da igual las consecuencias que eso conlleve, mataré al que mató a la razón por la que vivo. Luego podré morir en paz.

Creo que ya he conseguido suficiente comida por hoy. Me dirijo al Quemador y cambio alguno de los alimentos por pan, huevos y otros alimentos básicos que empiezan a escasear en casa. No hago mucho caso de lo que me dicen y sigo mi camino. Divido el botín en dos, como de costumbre y me dirijo a la casa de Katniss, claro que ahora ella no está.
Llamo a la puerta y Prim se asoma por la ventana. No tiene mal aspecto, pero se la nota que ha llorado.
Le doy una mitad de lo conseguido, tal y como acordamos Katniss y yo, aunque ella me dijo que no tenía que ser la mitad, que con una pequeña parte bastaba. Aún así yo sigo con la vieja costumbre.
Me dirijo hacia la puerta para irme cuando Prim me dice:
-Gale, ¿te puedo pedir un favor? -asiento sin pensármelo dos veces-. Verás esta noche llega al Capitolio -no es capaz de pronunciar el nombre de su hermana en voz alta, la entiendo-. ¿Nos puedes acompañar a mi madre y a mi a la plaza a verla? Las pantallas son enormes, y con la pequeña tele de mi casa apenas veo nada. Puedes traerte a tu familia si quieres claro.
-Vale Prim, allí estaré- respondo y le lanzo una sonrisa. Ella me la devuelve y se mete en su casa.
Me giro y me dirijo a la mía. Es casi la hora de comer y a mi madre le gustará ver lo que he conseguido.

domingo, 15 de abril de 2012

Capítulo 3

Ya está terminado el tercer capítulo. Tributos solo quedan 5 días ! 
La imagen es la del Edificio de Justicia del Distrito 12. Es que no sabía que poner.





Acaba el himno y se los llevan al Edificio de Justicia. Es mi última oportunidad para hablar con ella.

Llego corriendo al Edificio, pero unos agentes de la paz me impiden el paso.
-Tengo que entrar a hablar con uno de los tributos- digo, impaciente.
-Ahora mismo los dos están reunidos, por favor espere a que salgan.

Me quedo esperando en la puerta. Mientras espero, veo salir a la madre de Peeta, seguida de sus hermanos. No parece que haya pasado demasiado tiempo. Ha sido una visita muy breve sabiendo que quizá sea la última. Me estoy preguntando donde estará el panadero cuando aparece por una esquina dispuesto a despedirse de su hijo. Cuando me ve esperando me dice:
-Ánimo.
No entiendo por qué. Supongo que es por Katniss pero, ¿por qué me tiene que dar ánimos a mi precisamente? Es a él al que le tendría que dar ánimos yo por la posible pérdida de su hijo. Entonces pasa Sae la Grasienta, a la que le cambiamos esta mañana la mitad de las verduras por un poco de parafina y me mira con cara de lástima. ¿Qué le pasa a la gente conmigo? Primero mi madre, después el padre de Peeta y ahora Sae. Creo que la gente sabe más sobre mí que yo mismo.
Bajan la madre de Katniss y Prim, que me mira con rencor. Me levanto para entrar, pero su madre me pone la mano en el hombro y me dice:
-Hay dos visitas por delante, creo que te tocará esperar un poco más.
Asiento con la cabeza y se van hacia la estación de tren, de donde saldrá para, quizá, no volver.

Mientras espero, empiezo a recordar, uno por uno, los detalles de esta mañana. A primera hora de la mañana estaba tan seguro de que me iba a tocar a mi salir  elegido que ni siquiera me preocupé porque pudiera salir Katniss. Creí que, en este momento, me tocaría estar a mi en la sala en la que se encuentra ahora Peeta Mellark, y que otra chica estaría en la sala de Katniss. La mañana ha dado un giro considerable en cuanto a mis expectativas.

Por fin me dicen que puedo subir. Por el camino me encuentro con Madge, la hija del alcalde con la que tuve esta mañana el enfrentamiento. Cuando va a pasar por mi lado la cojo del brazo y la digo:
-Lo siento por lo de esta mañana, sé que tú no tienes la culpa de nada.
-No pasa nada. Soy yo la que te tendría que pedir disculpas, no pretendía ofenderte.
Me sonríe y se marcha.
El ascensor está esperándome, pero decido subir por las escaleras. Quiero subir los más rápido posible, además, los ascensores me recuerdan demasiado a mi padre, cuando trabajaba en las minas de carbón.
Nada más verla abro los brazos y no duda en lanzarse a ellos y nos fundimos en un cálido abrazo. Es la primera vez que nos abrazamos desde que nos conocimos y desearía que no fuera la última. Ahora en mis brazos no podría soltarla nunca.
-Escucha -le digo-, no te resultará difícil conseguir un cuchillo, pero tienes que hacerte con un arco. Es tu mejor opción.

Ahora que no puedo protejerla, por lo menos quiero darla algún consejo, por muy obvios que sean.
-No siempre los tienen- responde algo preocupada.
-Pues fabrica uno. Hasta un arco endeble es mejor que no tener arco.
Tiene que ganar como sea, de eso estoy seguro.
-Ni siquiera sé si habrá madera.
-Casi siempre hay madera desde aquel año en que la mitad murió de frío. No resultaba muy entretenido.
Es verdad, hace unos años hubo unos juegos en los que no había casi vegetación. La mayoría de la gente murió congelada por la noche. Al Capitolio no le gustaron y, desde entonces, siempre procuran que haya madera con la que hacer hogueras.

-Sí, es verdad.
-Katniss, es como cazar, y eres la mejor cazadora que conozco -entonces me acuerdo de Rory esta mañana, haciendo de Katniss. Es verdad, ella sí que puede.
-No es como cazar, Gale, están armados. Y piensan.
-Igual que tú, y tú tienes más práctica, práctica de verdad. Sabes cómo matar.
-Pero no personas.
-¿De verdad hay tanta diferencia?- pregunto, triste. Yo no lo dudaría, si Katniss estuviera en peligro por cualquier cosa, mataría lo que hiciera falta para ponerla a salvo.

Unos agentes de la paz nos interrumpen, mi tiempo se ha acabado. Les pido un poco más, solo para terminar de despedirme, pero me cogen y me empiezan a arrastrar.
-¡No dejes que mueran de hambre! -grita, agarrándome la mano.
-¡No lo permitiré! ¡Sabes que no lo permitiré! - hicimos un pacto hace cosa de un año: si alguno de los dos salía elegido en la cosecha, el otro ayudaría a la otra familia cazando y recolectando cosas para ellos, por eso no me podía presentar voluntario y mi única opción era salir elegido directamente. Entonces encuentro el valor para decir lo que tanto tiempo llevo intentando decirle-. Katniss, recuerda que te quiero- antes de decir la última palabra ya nos han separado y han cerrado la puerta. Es poco probable que lo haya escuchado, pero siempre hay alguna posibilidad.

Camino, cabizbajo, hasta la estación de tren.
La veo llegar, con la cabeza bien alta. No quiere parecer débil, nunca ha querido que los demás conozcan sus sentimientos. La conozco, nunca lo ha hecho y nunca lo hará. Tardará en desahogarse por todo lo que ha pasado hoy, en soltar todas esas lágrimas que se le han ido acumulando en las últimas horas.
En cambio él, Peeta Mellark, el chico que, probablemente, intentará, matarla por todos sus medios (porque en eso consisten los Juegos), mientras que Katniss sé que intentará no ser ella la que lo haga.
Mellark ha llorado, se le ve en la cara. No puedo confiar en él para que la salve, no la servirá de ayuda. Sigo pensando que tendría que haberme presentado voluntario.
Intento acercarme al chico y ponerme en su lugar para protegerla, pero un agente de la paz me lo impide. Me giro y miro al tren. No la puedo dejar marchar. Las cámaras de televisión lo están grabando todo. Lo he decidido, la tengo que acompañar.

Cuando doy el primer paso recuerdo las palabras de Katniss. Se lo he prometido. Es lo único que le gustaría que hiciese por ella en este momento. Tengo que cuidar de su hermana y de su madre. Tengo que cazar para ellas. Y también está mi familia. Con lo que consigue mi madre no es suficiente,
Me quedo paralizado y la veo marchar. Probablemente sea la última vez que la vea.
Las manos de alguien me devuelven a la realidad. Me giro y veo a Prim, con los ojos vidriosos a punto de llorar. Intento no derrumbarme y la cojo en brazos. Me mira a los ojos, ya no veo la misma expresión que antes. Sabe que yo también la he perdido. Apoya su cabeza en mi hombro y empieza a llorar. Acerco mi cara a su oreja y le susurro:
-Ganará, ya lo verás. Siempre consigue lo que quiere. Es fuerte, no te preocupes- mi tono es más seguro de lo que esperaba.

La estación empieza a disiparse de gente y sé que ha llegado la hora de volver a casa. No he visto a mi familia desde que me coloqué con los demás chicos de dieciocho.
Llego a casa, la mesa está puesta. Se suponía que hoy tendría que ser un día feliz, por no haber salido elegido en la cosecha.
Mi madre me mira a los ojos con un atisbo de alegría, su hijo nunca más tendrá que enfrentarse a la cosecha. Pero cuando ve mi expresión enseguida me mira con cara de lástima y dice:
-Chicos, ya está la cena.
-No ceno. No tengo hambre -digo en tono serio y me voy a la habitación.
Me tumbo en la cama y pienso en Katniss, en lo que estará haciendo ahora en ese tren. Se acaba de ir y ya la echo de menos. . .

Mi madre me avisa cuando van a salir las repeticiones de las cosechas. Me parece una buena idea y busco algo en lo que apuntar los nombres de todos los tributos.
Apunto todos los nombres y, cuando llega el turno del Distrito 12, me veo a mi y a Katniss, al silencioso gesto de la gente de la plaza. Parece mentira que haya sucedido hace unas horas.
Finalmente pongo el nombre de los tributos del 12 Peeta Mellark y KATNISS EVERDEEN.


Apago la tele y regreso a mi cuarto, no quiero hablar con nadie.

sábado, 14 de abril de 2012

Capítulo 2

Aquí os dejo el segundo capítulo :) Espero que os guste.




Era imposible. Solo tiene doce años y una única papeleta, que ahora sostiene en alto la mujer del Capitolio. La veo, avanza lentamente hacia la multitud, que la mira con cara de lástima, como cada vez que sale elegido un chico de doce años.
Miro a Katniss. Sigue igual que cuando la miré antes de que sacasen la papeleta de la urna. No reacciona, no lo entiendo, me siento confuso. Creía que la conocía lo suficiente, que no huía conmigo porque no podía dejar sola a Prim, sin estar cuidando de ella, y ahora permanece quieta, enviándola a una muerte segura. Supongo que me equivoqué. Entonces lo veo, hace un movimiento brusco y vuelve en sí. Busca a su hermana por todas partes y la localiza.
-¡Prim!- Grita mientras se dirige hacia ella-.¡Prim!
No hace falta que diga nada. Sé, y creo que todos los que nos encontramos presente también, que se va a presentar voluntaria para no mandar a su hermana a los Juegos, nunca lo haría. Aún así, tiene que decirlo.
-¡Me presento voluntaria! ¡Me presento voluntaria como tributo!
Toda la plaza guarda silencio, hacía décadas que no había ningún tributo en el Distrito 12 y ahí está ella, apartando a su hermana y poniéndola detrás suya.

-¡Expléndido!- exclama Effie, parece que le haga ilusión el mandar a chicos a luchar para acabar muertos-. Pero creo que queda el pequeño detalle de presentar a la ganadora de la cosecha y después pedir voluntarios, y, si aparece uno, entonces. . .
No me lo puedo creer. ¿Qué más le dará a ella cuando se quieran presentar los tributos? Echo de menos mi arco, me gustaría tenerlo y dispararla un flecha en medio de la frente para acabar con esta alegría por un motivo tan repulsivo como es el que chicos inocentes mueran.
El alcalde Undersee parece estar de acuerdo conmigo, porque enseguida dice:
-¿Qué más da?- dice mientras mira a Katniss con cara de lástima. Le llevamos las fresas, la tiene que conocer.- ¿Qué más da?-repite-. Deja que suba.
Prim la abraza por detrás y se pone a gritar como una histérica:
-¡No, Katniss!¡No puedes ir!
Sé que Katniss me necesita. Salgo de mi fila, no se si está permitido, pero nadie me lo impide. Mientras me acerco a ella le dice a su hermana:
-Prim, suéltame. ¡Suéltame!
Es entonces cuando llego y agarro el pequeño cuerpo de Prim para soltarla de su hermana. La levanto del suelo mientras ella forcejea para escaparse, pero es en vano. Intentando que no me falle la voz le digo:
-Arriba, Catnip.
Prim me mira con cara de odio. No me lo perdonará.

Cuando sube, Effie está emocionada y le pregunta por su nombre. Al decirle que se llama Katniss Everdeen no duda en hacer lo que a ella le parece una broma.
-Me apuesto los calcetines a que era tu hermana- nadie en la plaza se ríe-.No querías que te robase la gloria, ¿verdad?- pongo los ojos en blanco. Parece que piensa que se ha presentado porque quería ir a los Juegos, como la mayoría de los tributos que salen de los primeros distritos, que se entrenan desde pequeños en la batalla para ganar los Juegos-. ¡Vamos a darle un gran aplauso a nuestro último tributo!
Nadie aplaude. La plaza guarda silencio. No podía esperar otra cosa. Me siento orgulloso de ser de este distrito. Entonces, un anciano que está situado en el perímetro de mi derecha se lleva los tres dedos centrales de la mano izquierda a la boca y la señala con ellos. Sin pensármelo dos veces repito lo que hizo el anciano y, poco a poco, la gente de mi alrededor lo repite hasta que toda la plaza hace el mismo gesto, dedicado a Katniss. Es una forma de dar gracias, de admiración o de despedida a un ser humano.
Compruebo su reacción, sigue igual que antes, pero en sus ojos puedo distinguir el asombro y la emoción de nuestro gesto. Aún así no llora. Es fuerte.

Haymitch se acerca a Katniss torpemente para felicitarla y dice:
-¡Miradla, miradla bien!¡Me gusta! Mucho. . .- está tan borracho que tarda un tiempo en elegir la palabra necesaria-. ¡Coraje!- la ha descrito a la perfección-. ¡Más que vosotros!- esto lo dice dirigiéndose a una cámara de televisión, que lo está grabando todo. Se refiere al Capitolio y, si este lo considera como un posible ataque, Haymitch acarreará con las consecuencias. Me está empezando a caer bien este hombre.
Cuando va a decir algo más pierde el equilibrio y se cae del escenario, perdiendo la conciencia.
La miro a los ojos, está mirando al bosque y recuerdo la conversación que tuvimos esta mañana. Tendríamos que haberlo echo, escapar de todo esto. ¿Estará pensando ella lo mismo que yo? Lo dudo pero se que al menos el bosque tiene un significado especial para ella. Quizá lo esté mirando por última vez, para tener un último recuerdo. No quiero. No la puedo dejar irse, no sola. Entonces lo tengo claro.
Effie tiene que sacar mi nombre en la urna de los chicos. Lo tiene que hacer, no es difícil. Hay cuarenta y dos posibilidades. Tiene que sacar mi nombre, tengo que acompañar a Katniss en los Juegos y la tengo que proteger. Tengo que hacer todo lo que pueda para traerla de vuelta a casa con vida, es mi obligación.

Vuelvo a cruzar los dedos, pero esta vez para que sea mi nombre el elegido. Sólo le pido esa cosa a Effie. No le supondría mayor esfuerzo. Effie dice algo que no consigo entender y va hacia la urna de los chicos, es mi turno. Me preparo para escuchar mi nombre y salir, a protegerla. Effie dice el nombre del chico que será tributo de nuestro distrito:
-Peeta Mellark.
No puede ser. Ahora me acuerdo del nombre del hijo del panadero. Peeta Mellark. Me ha ganado él con solo cinco papeletas. Es imposible.
Veo como se acerca al escenario, me tengo que presentar voluntario pero entonces veo la cara de Katniss. Mi única oportunidad era salir elegido. Si me presento voluntario nunca me lo perdonaría. Quiere que me quede aquí y cuide de mi familia, al igual que de la suya. No quiere dejar a Prim sola, pero tengo que ayudar a Katniss como sea. Effie dice las palabras que estaba esperando, pero me pilla desprevenido.
Cuando pide voluntarios todavía estoy pensando en qué hacer. Intento moverme, decir algo, pero sigo pensando en cuál sería la mejor opción. Cuando levanto la vista ya es demasiado tarde. Se están dando la mano y serán los dos tributos del Distrito 12 que irán a morir a los Juegos.
Se vuelven para mirar a la multitud mientras suena el himno de Panem. Cojo una piedra y la tiro contra una ventana de la calle paralela a la plaza. La ventana se rompe pero nadie se da cuenta.

viernes, 13 de abril de 2012

Capítulo 1 (Parte 2)




Estaba en lo cierto. A los cinco minutos oigo sus pasos, los podría distinguir de todos los pasos del distrito. Su ligero cuerpo realiza movimientos ágiles y sus pisadas son casi inaudibles. Entonces, cojo la hogaza de pan y la atravieso con una flecha. He tenido una idea.

Cuando la veo aparecer, mis pulsaciones aumentan de inmediato y me veo obligado a respirar hondo y relajarme. La miro y me sonríe. Su sonrisa es preciosa, me hipnotiza y me relaja. Solo la veo sonreír aquí, en el bosque.
-Hola Catnip.-Le digo.Katniss Everdeen, ese es su verdadero nombre, pero, cuando nos conocimos, me dijo su nombre muy bajo y me pareció que me decia Catnip. Además, hubo un tiempo en el que fue acompañada de un lince, al que hubiese matado de no ser porque ella me dijo que no lo hiciera. La hacía compañía, por lo que por un tiempo me sentí fuera de lugar, y hasta algo celoso del lince. Al final lo tuvo que matar y todo volvió a ser como antes. Catnip es, también, el nombre de la menta de gato, por lo que ese lince reforzó mi hipótesis y se convirtió en su nombre oficial-. Mira qué he cazado.
Sostengo la hogaza de pan con la flecha clavada en medio. Al vero, ella sonríe. Ha funcionado.

Coge el pan y saca la flecha. Se acerca la parte del agujero, lo huele y dice:
-Ummm, todavía está caliente. ¿Qué te ha costado?
-Sólo una ardilla. Creo que el anciano estaba un poco sentimental esta mañana. Hasta me deseó buena suerte.- informo.
Es cierto que el cambio no ha sido muy justo. Una simple ardilla por una buena barra de pan recién horneada. He salido ganando.
-Bueno, todos nos sentimos un poco más unidos hoy, ¿no?-comenta-. Prim nos ha dejado un queso.
Prim es su hermana, de doce años. No tiene el típico aspecto de la gente de la Veta: pero negro liso, piel aceitunada y ojos grises, como Katniss o yo. Ella, al igual que su madre, tiene el pelo rubio y los ojos azules, por lo que destacan entre la población.
-Gracias, Prim-exclamo. Ha sido un detalle por su parte este queso-.Nos daremos un verdadero festín.- Me pongo de pie e imito a Effie Trinket, la mujer del Capitolio extremadamente optimista que viene todos los años para leer los nombres de la cosecha.-¡Casi se me olvida! ¡Felices Juegos del Hambre!- cojo unas cuantas moras-. Y que la suerte...-empiezo, y le lanzo una.
Katniss la coge al vuelo con la boca y finaliza:
-¡Esté siempre, siempre de vuestra parte!
No me gusta hablar del tema, pero es la forma que tenemos de reírnos de su ridículo acento y de afrontar la realidad.

Los Juegos del Hambre son una especie de entretenimiento para el Capitolio. Sinceramente ellos y sus Juegos me dan asco. En un día como hoy, el día de la cosecha, se eligen a dos tributos, un chico y una chica de cada distrito, y se les lanza a una arena para que se maten entre ellos. Somos doce distritos, por lo que hay veinticuatro tributos de los cuales sólo puede haber un ganador.
Los hacen como recordatorio de que ellos son los que mandan ya que, en los Días Oscuros, hubo una fuerte rebelión de los distritos hacia el Capitolio, que acabó con la vida de muchas personas y con la victoria de este último. Como advertencia destruyeron el Distrito 13.

Unto el suave queso de cabra de Prim en las rebanadas y coloco una hoja de albahaca en cada una. Mientras hago esto, observo como Katniss recoge bayas de los arbustos. De pronto, me inunde una sensación de miedo enorme y temo perderla. Sé que no sería nada sin ella.
Nos sentamos en una roca a comer con una vista del valle impresionante. Es increíble la belleza que irradia este lugar. Entonces se lo digo.
-¿Sabes qué? Podríamos hacerlo.
-¿El qué?
-Dejar el distrito, huir y vivir en el bosque. Tú y yo podríamos hacerlo-. Me mira con cara de incredulidad-. Si no tuviéramos tantos niños.

Me refiero a nuestros hermanos y, quizá, también a nuestras madres.
Nuestros padres murieron en el mismo accidente de mina.
-No quiero tener hijos-. Dice, tras una breve pausa.
-Puede que yo sí, si no viviese aquí-. Respondo, con un tono de deseo en la voz.
-Pero vives aquí-. Responde, irritada.
Intento fallido. Noto como todas mis fuerzas se van y solo soy capaz de articular una palabra:
-Olvídalo.

Sé que no se va a ir. Que no se irá nunca y dejará aquí a su hermana. Es la persona a la que más quiere. Decido dejar el tema.
Entre Katniss y yo solo hay una amistad que nació por la necesidad de cazar. Hay veces que pienso que en realidad solo con ella soy yo mismo. Quizá sea por la Pradera, pero ella es la única persona que me conoce realmente. Es demasiado especial para dejar que nos distancie una de mis tontas e ilusas conversaciones.

Me quedo mirando al suelo. Me siento como un verdadero estúpido. Yo pensaba que quizá fuese capaz de decirle algo, cualquier tontería con tal de que quedase olvidada nuestra conversación, pero sólo puedo mirar al suelo y quedarme callado. Al fin, rompe el silencio.
-¿Qué quieres hacer?
¿Qué qué quiero? Escaparme contigo. Dejar todo atrás. Empezar una nueva vida lejos de la crueldad del Capitolio. Estar contigo. Los dos, solos, en el bosque. Fuera de preocupaciones. Pero, ¿qué importa? No somos más que compañeros de caza, ¿no? Lo último que harías sería eso, lo sabes. Dejar tu casa. Dejar a Prim. Me siento egoísta.
-Vamos a pescar en el lago- respondo. Pienso que, al contrario que cazando, pescando tendremos tiempo para hablar-. Así dejamos las cañas puestas mientras recolectamos en el bosque. Cogeremos algo para la cena.

La cena. Estoy casi seguro de que no volveré a cenar en casa en mucho tiempo o, directamente, nunca. Porque sé que hoy mi nombre saldrá elegido en la urna. Cuarenta y dos papeletas son demasiadas. Es por eso por lo que me gustaría pasar más tiempo con Katniss. Al fin y al cabo, es mi mejor amiga.

Hablamos de cosas sin sentido y, a última hora de la mañana, nos hemos hecho con una docena de peces, una bolsa de verduras y bastantes fresas.

Antes de ir a casa, pasamos por el Quemador, el mercado ilegal del Distrito 12. Allí, cambiamos seis peces por pan bueno, y otros dos por sal. A cambio de un trozo de parafina les damos la mitad de las verduras.
Después de nuestra parada en el Quemador, pasamos a hacer una visita al patio trasero del alcalde Undersee. A nuestro encuentro sale Madge, su hija. Es de la edad de Katniss. No puedo evitar fijarme en su vestimenta: un caro vestido blanco y una cinta rosa recogiéndole el pelo. Aun siendo la hija del alcalde, ella también se tiene que enfrentar a la cosecha.
-Bonito vestido-le digo.
-Bueno, tengo que estar guapa por si acabo en el Capitolio, ¿no?- me dice con una sonrisa forzada.
En ese mismo instante una cálida corriente me recorre la espalda de abajo a arriba y aprieto los puños. ¿Se está burlando de mí? Sabe perfectamente que nunca va a salir elegida como tributo. Es la hija del alcalde. Además, ella no ha necesitado nunca teselas. No me contengo.
-Tú no irás al Capitolio- le digo con frialdad. Entonces mi vista viaja hasta un adorno que lleva en el vestido. De oro. Sólo soy capaz de decirle algo más-. ¿Cuántas inscripciones puedes tener? ¿Cinco? Yo ya tenía 6 con sólo 12 años.
-No es culpa suya- me dice Katniss.
Su voz me tranquiliza, pero sigo molesto.
-No, no es culpa de nadie. Las cosas son como son.-No tengo fuerzas para nada más y me giro, dispuesto a irme.

Madge y Katniss se desean suerte mutuamente y Madge le da el dinero por las fresas.
Quizá haya sido demasiado duro con ella. Ha tenido la suerte de nacer en una casa con dinero, pero no tiene la culpa de lo que pasa en Panem. Me siento culpable.
De camino a casa no hablamos. Estoy algo cabreado, pero ella no tiene la culpa. Supongo que debería disculparme por mi comportamiento, pero no lo hago.
Me mira, pero evito que nuestras miradas se crucen, estoy avergonzado. Aunque sé que ella piensa lo mismo. Pero siempre se sabe contener.
Al llegar a su casa, nos repartimos el botín. Entonces me habla.
-Nos vemos en la plaza.
-Ponte algo bonito-. le respondo, fríamente.

Llego a casa y me dirijo a la habitación para cambiarme. Cuando entro, compruebo cómo esta el panorama.
Rory y Vick, mis hermanos de 11 y 9 años están dando saltos por la sala con la ropa a medio poner. Son realmente graciosos. Me detengo para oír su conversación.
-¡Quieto, perro salvaje!- dice Rory, apuntando a mi hermano con lo que parece ser una flecha hecha con un palo. Coloca el palo en un arco imaginario-. Soy Katniss Everdeen y no le temo a nada!- dice mientras le lanza el palo.

Al escuchar estas palabras me quedo perplejo mirando la escena. Vick finge morirse de una forma muy dramática. Al terminar, la pequeña Posy, mi hermana de tres años, empieza a aplaudir en los brazos de mi madre. Me uno a su aplauso y, al final, todos soltamos una gran carcajada. Me acerco a Rory y me agacho para ponerme a su altura.
-Ummm... así que Katniss Everdeen, ¿no?- le digo con aire pensativo-. Y dime, ¿qué pasa con Gale Hawthorne?
Rory me mira curioso. Coge el palo y hace como si me apuntase con el arco.
-Ahora verás- digo mientras le quito el palo. Le cojo por los aires y le dejo caer en la cama, donde recibe un ataque de cosquillas en toda regla-. ¿Qué pasa?¿No me disparas?- le digo entre risas.

En seguida viene Vick pidiéndome que le haga lo mismo. Pronto se están turnando para que les coja y les haga cosquillas. Noto como alguien golpea mi pierna. Es Posy. Alarga sus brazos hacia mí y abre y cierra sus pequeñas manos, en señal de que ella también quiere.
La cojo y la doy un beso en la mejilla. Luego, ella pone sus manos en mi boca. Hago ademán de morderla y empieza a reírse. La miro y la lanzo por encima de mi cabeza. Cae sin problemas de nuevo en mis brazos. Repito la acción mientras ella se ríe.

Cuando paro me siento cansado, pero bien. Mi madre ha estado viéndonos desde una esquina y sonríe. Después, me mira y en sus ojos veo la preocupación. Me acerco a ella, la envuelvo en un abrazo y le digo:
-Tranquila, no pasará nada.
Sonrío y parece que se tranquiliza. Entonces dice:
-Venga, id a cambiaros.

Me pongo la ropa de la cosecha, la más elegante que tengo, y me peino un poco.
Salgo con mi familia en dirección a la plaza. De camino, voy hablando con mi madre.
-Te estarás preguntando por qué tu hermano estaba jugando a ser Katniss, ¿verdad?
Asiento y la miro, en busca de una respuesta.
-Gale, hijo, tus hermanos te están escuchando hablar a todas horas de Katniss y de sus hazañas cuando salís de caza. Entiende que a ellos les cause impresión y que quieran hacer de ella. Hablas mucho de ella, ¿sabes?
Me pongo rojo de repente.
-Ya. Es muy buena cazadora, mamá. Deberías verla y me entenderías. Se le da mucho mejor el arco y las flechas que a mí. Normal que hable de ella, es extraordinaria- no sé en qué sentido decía que era extraordinaria, pero me daba igual.
-Se ve que la tienes mucho aprecio. Es una buena chica.
-Sí, la verdad es que sí.
Mi madre se va para coger a Posy, que está entretenida mirando un escaparate.
Me quedo pensativo, ¿de verdad hablo tanto de Katniss? Nunca me he fijado.
Mis pensamientos se esfuman cuando llegamos a la plaza. Fichamos y dejo a mi familia para dirigirme a la primera fila, donde se colocan los chicos que tienen dieciocho años. Como estamos separados por años, miro dos filas más atrás en busca de Katniss. Ahí está, con un precioso vestido azul. Le sienta genial. Entonces, recuerdo mis cuarenta y dos papeletas y sus veinte. Tenemos más posibilidades que muchos otros. Cruzo los dedos para que el nombre no sea ninguno de los dos.

A las dos en punto, el alcalde dice su discurso de todos los años. Aparece mi "amiga" Effie Trinket con su acento del Capitolio y su extravagante peluca rosa. Al poco rato llega Haymitch Abernathy, el único ganador de los Juegos vivo que queda en nuestro distrito. Había dos. Está borracho y le da un abrazo a Effie. La escena es cómica. Effie Trinket saluda como siempre.
¡Felices Juegos del Hambre! ¡Y que la suerte esté siempre, siempre de vuestra parte!
Es entonces cuando miro a Katniss. Es nuestra frase. La sonrío, pero pienso en su nombre, escrito veinte veces, me pongo serio y miro hacia delante.
Tras un discurso sobre el honor dice lo de <<las damas primero>> y saca el papel de la urna de las chicas. Cruzo los dedos con fuerza para que no sea ella.
-Primrose Everdeen.
Prim. Katniss. La he perdido

jueves, 12 de abril de 2012

Capítulo 1 (Parte 1)




<<Otra vez. Otra vez este día. El día de la cosecha.>>  Pienso al abrir los ojos. Como todos los años, no he podido pegar ojo pensando en en lo que me espera hoy.

Me pongo en pie y veo a mis hermanos, soy el mayor de cuatro hermanos, nuestro padre murió en un accidente en una mina de La Veta, que es así como se llama el lugar en el que vivimos, y mi madre hace lo que puede para sacar adelante a la familia, pero no es suficiente, por lo que tengo que salir a cazar. Cazo en la Pradera, fuera de nuestro distrito. Por lo general esta prohibido en todos los distritos, los agentes de la paz, que son una especie de policía en los distritos, deberían castigar esto con la muerte, pero nuestro distrito, al ser uno de los más pobres, pasan este acto por alto. Además, la mayoría de los agentes de la paz son clientes habituales y compran de lo que cazo. 

Me preparo para salir a la Pradera a cazar, como cada día. A doscientos metros de mi casa aproximadamente, siguiendo la alambrada hay un agujero por el que quepo perfectamente. Se supone que la alambrada tendría que estar electrificada las veinticuatro horas del día, pero supongo que es otra de las ventajas de vivir en este Distrito, no tenemos electricidad salvo algunas horas por la noche y en los comunicados oficiales del Capitolio, así que paso sin problemas al otro lado. 

Al levantar la vista del suelo, me reconforta estar en este lugar. No es como las calles llenas de carbón de La Veta, bajo mis pies se extiende un campo inmenso. Es de ensueño. Muchas veces me gustaría perderme por aquí, en busca de nuevos lugares alejados del resto de la gente, pero es demasiado arriesgado, ya que no sabes lo que te espera unos metros más allá, aunque me arriesgaría, de no ser por ella.

Empiezo a andar y voy colocando trampas bajo algunos árboles, por si tengo la suerte de que alguna presa caiga en ellas. Es de las cosas que mejor se me dan y, a menudo son muy eficaces, espero tener la misma suerte hoy. Sigo caminando y cojo mi carcaj con flechas y mi arco, en realidad no son míos, ella me los dio para que pudiese cazar de otras maneras. No se me da muy bien, al menos no tan bien como a ella, pero a la media hora ya he conseguido cazar un par de ardillas. Todavía es muy temprano, así que decido que quizá hoy sea un día especial y pueda darme un capricho, bueno, más bien pueda darle un capricho, por pequeño que sea. Mientras regreso compruebo mis trampas, nada por ahora. 

Me dirijo directamente hacia la panadería. El panadero es un hombre mayor, ya canea un poco, pero es una buena persona. Cuando llego a la puerta de atrás él me abre y al ver las ardillas se le ilumina la mirada, siente cierta debilidad por ellas. Me pide una y yo se la doy, a cambio me da un pan recién horneado, algo detrás de él veo a su hijo, ahora no recuerdo su nombre pero ya le he visto más de una vez. Es un buen chico. Le tengo cierta envida, él no ha pagado ninguna tesela a lo largo de sus participaciones en la cosecha.

Cuando cumples doce años, tu nombre entra una vez en la urna, al año siguiente, dos, y así hasta los dieciocho, cuando tu nombre entra siete veces.
Pero para la gente pobre hay una alternativa: las teselas son suministros de cereales y otros alimentos básicos suficientes para una persona durante un año entero, con la condición de  que tu nombre entra una vez más. Es injusto, sí, pero es la única forma que tienen muchas familias de poder sobrevivir. Esa es la razón por la que, cuando cumplí doce años, mi nombre, además de entrar la vez obligatoria, entró cinco veces más, una por cada miembro de mi familia. Como se acumulan de un año para otro, hoy, con dieciocho años, mi nombre en vez de entrar siete veces, entra cuarenta y dos.

Y aquí estoy yo, con mis cuarenta y dos papeletas delante de él, que a los dieciséis años, su nombre solo ha entrado cinco veces. Supongo que mi envidia tiene algo de sentido.
-Buena suerte- me dice el anciano y me lanza una sonrisa, aunque pronto se convierte en una cara de lástima. Debe de suponer mi situación.
-Gracias- digo con una voz apenas audible. Me ha sorprendido, es una buena persona, pero hoy parece incluso más amable.

Cuando siento el calor del pan recién horneado no puedo evitar sacar una sonrisa. <<Seguro que le gusta>> pienso. Y voy corriendo a la alambrada. Por el camino tropiezo con una niña que se tambalea, pero llego a tiempo para que su pequeño cuerpo no toque el suelo. La miro, es esa niña de la Veta, de ojos grises tan divertida que siempre está bailando. Me mira, asustada, pero en seguida empieza a reír. Tiene apenas ocho años y se la ve el brillo de la vida en los ojos. Me relajo y le pregunto:
-¿Estás bien renacuaja?
-Sí. Y no soy una renacuaja. Cuando crezca seré mucho más alta que tú, ya verás- me dice, algo molesta pero igual de divertida.
-No te lo crees ni tú- le digo sacándola la lengua-. Venga, que tu madre te está esperando.
-Vale, adiós.- me dice, y me da un beso en la mejilla-. Y date prisa, que seguro que tendrías algo importante que hacer.

La veo alejarse corriendo hacia su madre. Tiene una forma de correr particular. No es torpe, pero es divertida. Cuando llega a su madre se gira y me dice adiós con la mano. Cuando se va, me doy cuenta de que estoy sentado en el suelo. Me pongo en pie en seguida y compruebo que el pan siga en perfecto estado. Recuerdo las últimas palabras de la niña y el por qué iba tan deprisa. El pan sigue caliente y me dirijo hacia la alambrada. Con velocidad, pero sin llegar a correr. No quiero perder más tiempo.

Después de subir la colina llego a nuestro punto de encuentro, un saliente rocoso con vistas al valle. Está oculto tras un matorral de arbustos de bayas.
No está.
No puedo evitar poner cara de decepción. Pensaba que había pasado el suficiente tiempo como para que hubiese llegado, pero no es así. Supongo que me tocará esperarla. No me molesta, pero tenía la ilusión de sorprenderla con el pan, ya que es de panadería, y no la masa plana y densa hecha con los cereales que tenemos en la Veta. Espero que no tarde

Me siento en una roca del saliente, y me guardo el pan bajo la cazadora, para que conserve el calor durante más tiempo. La temperatura del pan debajo de la cazadora me reconforta, resulta cómodo. Ahora mismo el cansancio de toda una noche en vela me azota y siento como mi cuerpo empieza a relajarse. Sin poder hacer nada, me dejo caer en el saliente y apoyo la cabeza en mi saco de caza. Cierro los ojos y el sueño gana la batalla.

Me despierto sobresaltado al escuchar un ruido. Miro a todos lados pero no veo nada. Tras una breve inspección a mi zona de descanso compruebo que debí hacer un movimiento brusco mientras dormía y tiré mi saco de caza al suelo. Eso fue lo que sonó.
Miro al cielo. No he podido estar mucho tiempo dormido. Unos veinte minutos como máximo. Pero me culpo por ello. No debería haber bajado la guardia porque, aunque este sitio está alejado de las miradas curiosas de cualquier ser humano, en el bosque hay todo tipo de especies, y algunas de ellas bastante peligrosas como para dormir sin ninguna protección.
Aun así ella no ha llegado.

Compruebo mis armas y el pan. Está templado, ha perdido algo de calor pero no se ha enfriado, ni mucho menos.
 Me vuelvo a sentar y cojo una baya del arbusto. Empiezo a juguetear con ella entre las manos para no volver a dormirme, aunque dudo mucho que lo haga. Al cabo de unos minutos tiro la baya lejos y acierto en un lejano tronco al lado de un pájaro curioso que se asusta, da un graznido y sale volando. Me hace gracia su reacción y me río, aunque solo es un momento.
Acto seguido cojo otra baya, la miro y me resulta tan apetecible que me la meto en la boca. Al morderla, su dulce acidez estalla e inunda mi boca de un refrescante sabor. No es venenosa, ya que llevamos muchos años comiéndolas y nunca nos ha pasado nada, por lo que pienso en coger un puñado de ellas y comérmelas, pero rechazo la idea y pienso que quizá luego pueda compartir algunas con ella. Debe faltar poco para que llegue. Estará paseando con su hermana o quizá preparándose. Pero no puede faltar.